jueves, 20 de marzo de 2008

LA HUERTA DEL PARTIDO DE ALBERCA Y LA HACIENDA CRUZQUEBRADA

ALBERCA DE LAS TORRES ha gozado históricamente de una situación privilegiada entre el monte y la sierra. Quizás por ello siempre su territorio fue elegido por los antiguos pobladores para asentar sus viviendas y poblados como dan testimonio los vestigios ibéricos del Cerro de la Luz y del Cabecico del Tesoro, y más adelante los romanos con el santuario paleocristiano del Martyrium, y los musulmanes en la Edad Media como lo demuestra el mismo nombre del pueblo “Alberca”, lugar de agua, estanque…, y también por su bastión defensivo, atalaya por encima del valle, que era y es el Castillo de la Luz, más conocido popularmente como “de los moros”. Es por ello que su partido o territorio extendido como un hermoso tapiz desde la Sierra hasta la Vega ha sido parte de la fértil Huerta de Murcia y un paraje que ha dado vida a numerosas familias alberqueñas, aunque hoy sólo nos quede el recuerdo nostálgico de un modo de vida pasado.
Hasta la Edad Antigua el valle de Murcia con la confluencia del Segura, Thader para los romanos, y del Guadalentín, se convertía en zona fácilmente inundable y terreno poco propicio para una población más o menos estable. Quizás fuese por ello que los pobladores prefirieran asentar sus aldeas y poblados en la falda de la cercana sierra al sur, como demuestran los vestigios ya mencionados. Con los romanos y más tarde con los musulmanes se consiguió parcialmente el dominio de las abruptas aguas de los ríos, y las entidades de población a partir de la Alta Edad Media comenzaron a crecer alrededor del cauce del Segura y sus afluentes, aunque protegidas por diversos métodos, más o menos eficaces, de las crecidas de estos.
La Huerta alberqueña, jalonada de oeste a este por el Reguerón, se extendía desde su confluencia con El Palmar, antiguo Lugar de Don Juan, por el oeste con la rambla del Puerto y con Aljucer a partir del carril de la Manga del Fraile y Poza, siguiendo la línea del camino del Salabosque (antiguo Salvabosque) hasta la acequia de Alguazas por detrás de la ermita de Torre Poyo; con Algezares por el este, con la Carretera de la Fuensanta, limitando por el norte con Aljucer y el partido de San Benito siguiendo el cauce de la acequia de Alguazas.
La huerta de Alberca estaba vertebrada en parcelas más o menos extensas a raíz del fraccionamiento sufrido desde los primeros repartimentos realizados después de la Reconquista cristiana de Murcia mediante la repoblación llevada a cabo por los reyes de Castilla, y estaba recorrida como el resto de la huerta murciana por una red de canales, a modo de arterias y venas que suponían la vida de esta tierra, las acequias que repartían el líquido elemento como oro para sacar todo el provecho de una tierra muy rica en posibilidades.
En mi infancia yo la recorría, junto con mis primos Alfonso, Antonio y Maruja, y los primos de estos, con la libertad que daba la confianza en los tiempos y en las gentes de alrededor, ya que mi tía Carmen, hermana mayor de mi madre, cuando se casó se fue a vivir con su marido, mi tío Pepe “el guardia” a la casa que se construyeron en plena huerta alrededor de la casa de los padres, entre el Carril de la Cruz Quebrada y el Carril del Molino, en las inmediaciones de la acequia Aljorabia, en la cual durante los veranos, y cuando venía la tanda, nos bañábamos los zagales y zagalas en uno de los remansos que hacía, llenos de júbilo para luchar contra “la calor” y como un juego propio de un modo de vida ligado a épocas que hoy nos parecen muy lejanas.

SISTEMA DE RIEGOS: CANALES Y ACEQUIAS

A partir del Azud de la Contrapasada en territorio de Javalí Nuevo el agua del río Segura, el Thader de los romanos, parten canales y acequias de diferente anchura y capacidad, formando una red con una jerarquía de mayor a menor en lo que se conoce como distribución o reparto de “aguas vivas”, que se complementa con un sistema de drenaje complementario o de “aguas muertas”, que era el que devolvía de nuevo al río el agua sobrante de riego y de la propia escorrentía. La huerta murciana en general usaba un complejo sistema de riego mediante el aprovisionamiento y recogida de aguas sobrantes para su reutilización en la Vega Baja, y junto con la huerta valenciana constituye el ejemplo más antiguo y aprovechado de riego de extensos territorios.
Desde la Contraparada partían tres acequias mayores que derivaban el agua a través de toma abierta del padre Segura, por eso se hacían necesarias las compuertas para limitar la capacidad según la conveniencia de riego y los canales de devolución del agua sobrante río abajo.
Por medio de unos desagües fijos o “partidores” el agua se derivaba para alimentar los canales secundarios o acequias menores y regar a través de “boqueras” o “portillos” que eran aberturas en el mismo margen del huerto. Los “partiores”, como se decía en la huerta, tenían dos acanaladuras de piedra de arriba abajo que se llamaban “brencas” que servían para cortar la corriente de agua, encajando en ellas un tablacho, generalmente de madera. Las boqueras y portillos también se podían obstruir para administrar el agua por medio de tablachos, losas o simplemente con barro, según sus dimensiones.
La Acequia Mayor de la margen meridional se conoce como Barreras, Alquibla o de Mediodía, entre otras tantas denominaciones, según los tramos de su recorrido y tiene un ancho de unos 20 palmos, que equivale a unos cuatro metros, al igual que su hermana la Acequia Mayor por la margen septentrional, la Aljufía. La tercera Acequia Mayor, también por el norte es la de Churra la Nueva, considerada en ocasiones como menor por su anchura unos 10 palmos, dos metros, y 10 km de trayectoria.
Las acequias mayores se dividen en acequias menores, concretamente la Alquibla o de Barreras se ramificaba en 26 menores, correspondiéndole a cada una de ellas un heredamiento o conjunto de tierras que regaba, tomando el nombre de la misma acequia. La Aljufía se ramificaba en 16 acequias menores, teniendo por tanto los mismos heredamientos, mientras que la de Churra la Nueva solo disponía de un heredamiento.
Las tomas de agua de las acequias menores podían ser abiertas o cerradas, mediante sistema de compuerta, según sus dimensiones o capacidad. Luego brazales y “regaeras” distribuían el agua a partir de cada acequia menor; los brazales a los sectores o partes de cada heredamiento y las “regaeras” a cada huerta o parcela concreta. Los brazales tomaban el nombre de hilas o hijuelas si partían de una acequia mayor.
Finalizado el recorrido del agua, las aguas sobrantes volvían a las acequias mayores mediante azarbetas y azarbes, que eran las encargadas de recogerlas en la red de drenaje para que volviesen de nuevo a su cauce original.



Sistema circulatorio huertano del libro “Murcia y el agua: Historia de una pasión” La Verdad


Dentro de este entramado de acequias y canales las que regaban el territorio de Alberca eran las que partían de la margen derecha de la Acequia Mayor de Barreras que tenía un recorrido de 22´5 km:

-Acequia del Turbedal , partiendo desde Alcantarilla, atravesaba El Palmar, entrando a La Alberca por el Raiguero, era de toma abierta y tenía un recorrido total de 4´5 km y se dividía en dos tramos, el de Sierra de 2 km que vertía al final en la acequia de Beniaján en territorio alberqueño, muy cerca de la calle que hoy lleva el nombre de Turbedal, por cierto a pocos metros de la casa de mis padres y en la que los zagales nos bañábamos cuando soltaban la tanda, y el tramo de Sarabia de 3´5 km que se dividía a su vez en tres colas, una iba otra vez a la acequia de Barreras, otra a la de Albadel y la otra a Segara.
-Acequia de Beniaján también de toma abierta y de 18 km de recorrido, y que en la década de los 60 del siglo XX se canalizó para rentabilizar el agua y evitar excesivas filtraciones.
-La Alquibla propiamente dicha de toma cerrada circular, que se subdividía en tres brazos:
a) Alquibla Norte que discurría paralela al Reguerón por su margen izquierda con unos 7 km de trayecto y que desembocaba en el Azarbe de Beniel.
b) Alquibla Madre.
c) Alquibla del Mediodía que junto con la anterior cruzaba el cauce del Reguerón, situándose en su margen derecha con un recorrido de 3´7 km y que regaban ambas los pueblos de la Cordillera Sur hasta Beniaján.
-Acequia de Aljorabia de toma cerrada, con 2 km de trayecto desembocaba en la Alquibla Norte después de regar parte de Aljucer y la huerta de La Alberca.
-Acequia de Alguazas de toma cerrada y de 6 km de recorrido, en su trayecto y dentro del término alberqueño se encontraba el Molino de la Cruz Quebrada, precisamente a orillas del Carril del Molino y que en la actualidad ha desaparecido con el paso de la autovía.


Acequia Mayor Alquibla o de Barreras, primeros tramos (Foto Oscar Reg.Murcia Digital)

El total de hectáreas regadas con las aguas de estas acequias menores que partían de la Mayor de Barreras entre las que se encuentra la huerta de Alberca, ha variado a lo largo del tiempo:

ACEQUIAS SIGLO XIII SIGLO XX (1959)

Turbedal 83´55 Ha 398´80 Ha
Beniaján 195´55 Ha 713´35 Ha
Alguazas 782´34 Ha 470´80 Ha
(tramos de Alguazas, Alharilla y Doralhomai) (tramos de Alguazas y Meana)

EL RÍO GUADALENTÍN O SANGONERA Y SUS AVENIDAS.

Un gran problema para la vida de la Huerta ha sido el indómito río Sangonera o Guadalentín. Su nombre proviene de la voz árabe Qued-al-Lentín que significa río de fango o de barro, así que ya nos podemos imaginar que en tiempos anteriores al dominio cristiano ya sería un río con caudal bastante escaso e irregular. El nombre de Sangonera le viene por el Campo del mismo nombre donde hoy se asientan las dos pedanías la Verde y la Seca, y en el cual tuvo lugar la batalla entre los musulmanes y los visigodos en la lucha de los primeros por conquistar las tierras del Sureste peninsular, y también por una planta que tiene la savia color vino - sangre (de la voz árabe Sanqunayra) y la cual abundaba por dicho campo.
Hasta el siglo XVIII el cauce de este río a su llegada a la huerta de Murcia no se encontraba definido y se perdía o difuminaba entre los bancales, parcelas y acequias que venían a aprovechar su exiguo caudal para alimentar el riego de la tierra. La única defensa contra las avenidas de este río era una especie de muro de contención a modo de malecón, que se conocía con el nombre de Lucía, y que algunos atribuyen al tiempo de los romanos, que servía para retener las aguas que pudieran derivarse hacia la ciudad. Pero con las riadas que periódicamente traía el Guadalentín el peligro de inundaciones era seguro cada cierto tiempo, por eso a iniciativa de D. José Moñino, Conde de Floridablanca y ministro en tiempos de Carlos III, se decide apartar ese peligro de la vega murciana alejando su confluencia con el Segura aguas abajo de éste. Para lo cual se decidió la construcción del canal del Reguerón. Después de varios proyectos se acometió el del militar Sebastián de Ferignán, tras el desastre producido por la gran crecida de 1.733 que asoló la huerta cruelmente. El primitivo canal tenía 15 varas de anchura y cinco o seis palmos de hondo, los muros laterales tenían de 12 a 16 palmos, siendo la profundidad total de unos 20 palmos. Al principio no tenía ningún puente y se vadeaba por medio de una calzada a ras de suelo en piedra firme. No desembocaba en el río directamente como hoy en día, sino que sus aguas se dividían en varios cauces que iban de nuevo al Segura por debajo de Orihuela.

D. José Moñiño, Conde de Floridablanca, impulsor
de las obras del Reguerón ( Francisco de Goya 1783)
Colección del Banco de España

A fines del siglo XIX se completa la reforma del Reguerón ya que seguía dando muchos problemas sobre todo a partir de Algezares, y también por el aterramiento de su cauce. Las obras tuvieron lugar entre 1.895 y 1908, y en éstas también se contempla la construcción del ramal de Totana hacia el mar a través de las ramblas de la zona, lo cual vino a aliviar el peligro de gran avenida que sufría desde tiempos remotos la huerta murciana. Los oriolanos no acogieron bien esta última reforma ya que suponía un peligro añadido para sus tierras, ya que a las crecidas del Segura se le juntaban las del Guadalentín, esto causaba grandes avenidas que destrozaban con saña la Vega Baja, tanto es así que le llamaban el “muro de la muerte”.


Canal del Reguerón. Foto Libro Murcia y el agua: Hª de una pasión. La Verdad

Relación de crecidas o avenidas del Guadalentín y de sus ramblas que afectaron a nuestra huerta desde el siglo XVI:

-Octubre de 1545 Riada de San Lucas.
-Octubre de 1651 Riada de San Calixto.
-Noviembre 1653 Riada de San Severo.
-Febrero 1656
-Octubre 1668
-Octubre 1669
-Marzo 1672 Riada de San Patricio.
-Septiembre 1701 Riada de San García.
-Agosto 1704 Riada de San Leovigildo.
-Septiembre 1733 Riada de Ntra. Sra. de los Reyes.
-Septiembre 1736 Riada de San Lino.
-Noviembre 1741 Riada de Santa Catalina
-Mayo 1775 Riada de San Pedro Regalado
-Enero 1777
-Septiembre 1777
-Noviembre 1777
-Enero 1778
-Octubre 1783 Riada de San Francisco.
-Abril 1802 Rotura de la presa de Puentes
-Octubre 1831 La Diforme
-Octubre 1834 Riada de Santa Brígida
-Octubre 1838 Riada de San Francisco
-Septiembre 1871
-Junio 1877 Riada de San León II
-Septiembre 1877 Riada de San Cosme y San Damián.
-15 de Octubre 1879 Riada de Santa Teresa (Dio lugar al primer plan contra las avenidas de España en 1886)
-2 de Septiembre 1888 Riada de la Feria
-11 de Septiembre 1891 Riada de San Jacinto.
-31 de Marzo 1894 Riada de San Amós.
-10 de Abril 1895 Riada de Jueves Santo.
-13 de Septiembre 1897 Riada de San Eulogio.
-16 de Enero 1898 Riada de San Fulgencio.(El canal de derivación hacia Mazarrón en el Paretón de Totana funciona por vez primera)
-27 de Junio 1900 Riada de San Aniceto.
-28 de Septiembre 1900
-5 de Septiembre 1906 Riada de San Julián.
-21 Abril 1914
-24 de Septiembre 1924 Riada de la Virgen de las Mercedes.
-5 de Septiembre 1926
-13 de Noviembre 1926 Riada de Santa Victoria
-16 de Agosto 1927 Gran crecida en las Ramblas de Algeciras y Librilla.
-25 de Diciembre 1931
-14 de Junio 1933
-27 de Septiembre 1938 el Reguerón se rompe por Los Garres y se inunda toda la huerta.
-28 de Junio 1941
-14 de Septiembre 1942, el Reguerón vuelve a romper su cauce inundando la huerta por su margen derecha, de El Palmar, La Alberca, Patiño, Beniaján, Torreagüera y Alquerías.
-15 de Noviembre 1942, gran avenida de la Rambla del Puerto.
-9 de Octubre de 1943, se vuelve a romper el canal del Reguerón con graves consecuencias.
-26 de Diciembre 1943.
-12 de Septiembre 1944
-24 de Diciembre 1944, el Reguerón se rompió de nuevo en la huerta alberqueña, causando graves destrozos.
-21 de Abril de 1946 Riada de la Bendita o de San Sotero, el Reguerón rompe el cauce a la altura del puente en la carretera de Sta. Catalina.
-12 de Noviembre de 1946.
-27 de Septiembre 1948
-20 de Octubre de 1948, el Reguerón se vuelve a romper cerca del puente de Algezares e inunda la huerta de La Alberca.
-16 de Febrero de 1949
-23 de Marzo de 1949, gran crecida de la Rambla de Algeciras.
-29 de Abril 1949
-7 de Octubre de 1950, a raíz de las riadas de la década anterior se aprueba la ampliación del Canal del Paretón de Totana.
-24 de Abril 1951
-1 de Octubre 1957, gran crecida de la Rambla de Algeciras.
-16 de Septiembre 1958.
-26 de Junio 1964, gran crecida de la Rambla de la Santa en Totana.
-10 de Octubre 1966.
-19 de Octubre 1972.
-20 de Octubre 1973, gran crecida de la Rambla de Nogalte en Pto Lumbreras, tanto que entre el canal de derivación del Paretón y el mismo Reguerón no pudieron evitar el gran desastre ocasionado, teniendo en cuenta además las más de 80 víctimas mortales y otras tantas desaparecidas.
-19 de Agosto 1974, gran crecida de la Rambla del Valle en La Alberca, que ocasionó destrozos en las viviendas de la huerta y en las que estaban lindando con ella, entre ellas la de mis padres.
-4 de Septiembre 1989.
LA HACIENDA CRUZQUEBRADA.
El origen de esta denominación se debe a una Cruz de madera situada al principio del Carril o vereda del mismo nombre en memoria de un hombre que según la tradición oral murió en un accidente con su carro. En una fuerte tormenta la Cruz se quebró, conservando de ahí en adelante el nombre de Cruz Quebrada, el cual se extendió al resto de la finca. Dicha finca iba desde la Vereda que le daba nombre por el sur hasta pasada la acequia de Alguazas por el norte, a Levante limitaba con el Camino de Santa Catalina y a Poniente con el Camino de los Caballeros y la Torre Poyo.
La Casa Torre de la finca aunque por escasos metros situada actualmente en territorio del partido de Aljucer ha sido desde el principio el centro neurálgico de la zona ya que era donde el administrador cobraba el arriendo o rento de las tierras en régimen de aparcería, y también porque disponía de una pequeña ermita que daba servicio religiosa a la huerta.
La Casa tenía entre sus fines la crianza de la seda que muchos han fijado en el amanecer de los tiempos y otros, ligada al dominio musulmán de esta zona hasta el siglo XIII. En efecto la Finca estaba dedicada al cultivo de la morera sobre todo, ya que éste era básico en la economía del huertano desde el siglo XVII hasta mediados del XX, aunque también existía el llamado policultivo de huerta (hortalizas, frutales…) para salir adelante en ayuda cuando la cosecha sedera no era suficiente para la economía de la familia. La morera con sus diversas clases (negra, blanca y péndula) tiene su sistema de gemación particular como árbol de hoja caduca que es. Los primeros brotes después del invierno empiezan a finales de febrero y principios de marzo según los años, tiempo que se consideraba de partida en la crianza del gusano de seda. Para lo cuál los huertanos de toda la zona, y no sólo los del partido alberqueño, acudían en romería el primer viernes de marzo a la ermita de San Antonio “el Pobre”, para la Bendición de la Simiente de la Seda, actividad que se cumplía con verdadero celo, para que la cosecha de cada familia tuviese buenos resultados. Los romeros partían de la antigua capilla de la Estación Sericícola de La Alberca acompañando al Cristo del Perdón y por la Cuesta de los Caños subían hasta la Ermita del santo anacoreta a cumplir con la tradición anual.


Amalia Castillo sacando hijuela, 1975
(Foto, Libro XXV Aniversario Peña La Seda)

Como testimonio de esta labor sedera las hermanas Gallego, más conocidas en La Alberca y en su huerta como “las Nicasias”, desde su vivienda en el Carril de la Cruz Quebrada, y al igual que lo hicieran sus antepasados se han ocupado de preparar la boja de capullos de seda que Ntro. Padre Jesús luce en sus pies cada Viernes Santo en la procesión de “los moraos”, en Murcia capital. Aunque hoy solo ha quedado como labor meramente nostálgica la crianza del gusano de seda fue muy importante no solo para los huertanos sino también para el propio concejo capitalino que recogía sus buenos impuestos sobre esta actividad.



El Sistema de explotación de la tierra.

El sistema por el cual la tierra se trabajaba era el de la aparcería. Era éste un sistema de reminiscencias feudales mediante el cual el dueño o señor de la tierra, arrendaba la misma a los agricultores que las trabajaban, pagándole al señor a través de su administrador la parte correspondiente por el arriendo o rento, el cual se solía cobrar en San Juan, solsticio de verano, cuando los agricultores habían recogido las ganancias de la mayoría de sus cosechas.
El dueño o señor mandaba construir una casa en la Finca con todos sus atributos heráldicos, pero no como vivienda propia, ya que muchas veces ni la pisaban; y nombraba unos caseros, que se podían considerar como aparceros más privilegiados, que cuidaban la casa y la mantenían en orden, preparándola con esmero para las labores de recogida del rento por parte del administrador. Los aparceros se solían construir sus modestas viviendas en la parcela que arrendaban y en muchas ocasiones se llegaban a sentir como los verdaderos dueños de la tierra transmitiéndola de generación en generación. Con el tiempo muchos aparceros llegaban mediante previo acuerdo a través del administrador a comprar trozos de la Finca al señor que consentía, sobre todo si su economía “hacía aguas”.

La Casa Torre de los Alburquerques.

Realmente el nombre de los Alburquerques viene dado por esta familia de agricultores que se convirtieron tras varias generaciones en los principales aparceros de las tierras, caseros de la Casa Torre y cuidadores de la ermita. El tío Miguel Alburquerque y su esposa, la tía Dolores fueron los últimos en ejercer este cargo, y a pesar de saber que legalmente no les correspondían se sentían verdaderos dueños de la tierra, y de lo que en ella había. Su construcción parece ser que tuvo lugar a mitad del siglo XVII.
Desde finales del XVIII hasta fines del XIX la Hacienda de la Cruz Quebrada era propiedad del linaje Chico de Guzmán. Después de esta fecha pasó a manos de D. Luis Ayuso de Bonnemaison, manteniendo éste a los Alburquerque como principales aparceros de la Finca.
Los Chico de Guzmán procedían de Cuenca y llegaron a tierras de Murcia para repoblar Cehegín a petición de los Reyes Católicos. La Cruz Quebrada pasó después de particiones y herencias varias a Dª Soledad Salazar y Chico de Guzmán a fines del siglo XIX, y tras hipotecarla, la pierde al no poder hacer frente a la hipoteca, entonces la vende al ya mencionado D. Luis Ayuso de Sevilla por la cantidad de 75.000 ptas.
Además de la hipoteca la Cruz Quebrada se vio afectada por las Pías Fundaciones, entidad jurídico-religiosa de la Iglesia o de una empresa benéfica, las cuales obligaban con las ganancias que daba la Finca, a financiar piadosas obras, en concreto en parroquias de Murcia como San Bartolomé, Santa Catalina; en el Hospital de San Juan de Dios, en la Santa Iglesia Catedral y en la Casa de la Misericordia de Murcia. Finalmente la Hacienda se vio libre de todas sus cargas en febrero de 1893.
Después de todos estos avatares la Cruz Quebrada pasó a manos de Dª Mª Dolores Ayuso Chápuli, hija de D. Luis Ayuso y sus tierras permanecen unidas con una superficie de 17 hectáreas y 72 centiáreas (152 tahullas y 1 ochava). En 1959 hay 17 hectáreas, 4 áreas y 63 centiáreas (152 tahullas, 3 ochavas y 4 brazas).
Cuando muere Dª Mª Dolores la finca se divide en tres partes más o menos iguales que heredan sus hijos, perdiéndose a partir de este momento el concepto de unidad de la finca, empezando poco a poco las segregaciones de parcelas que año tras año se multiplicaron. Los propietarios se han reservado siempre como insignia de la Finca la Casa Torre y la Ermita, hasta que la empresa Sanideco a fines del siglo XX, se hace con la parcela que ocupa la Torre, la Ermita y las tierras adyacentes.
Los escudos nobiliarios de la Torre y de la Ermita se los llevaron a los jardines del Museo Arqueológico de Murcia, pero evidentemente no son de la familia Alburquerque. Tras algunas investigaciones, el profesor Ros García comenta que parece ser que el escudo podría pertenecer a Dª Soledad de Salazar y Chico de Guzmán, la parte de arriba que refleja un brazo armado con espada representaría el apellido Salazar, y la parte de abajo, que contiene tres flores de Lys, representaría al linaje Chico de Guzmán.

La Ermita de Los Alburquerques.

La construcción de la Ermita tuvo lugar en 1688, y es de planta rectangular, de 60 metros cuadrados de superficie y con una pequeña sacristía adosada en la parte izquierda de su cabecera de unos 10 metros cuadrados. De factura posterior a la Casa Torre, el levantamiento de la Ermita va ligado a los devenires agrícolas de la finca, ya que los agricultores al sur de la acequia de Alguazas iban a la Ermita de Torre Poyo, y bien pudiera ser que las discusiones por temas de riego y de tandas, trascendiesen a los temas religiosos, y para solventar dichas disquisiciones se decidieran a construir una ermita anexa a la Casa Torre para independizarse en materia espiritual y al mismo tiempo acercar el culto a los feligreses de la zona, aunque para celebrar los Sacramentos del Bautismo y del Matrimonio la gran mayoría sobre todo los huertanos al sur de la acequia de Alguazas pertenecían de hecho, al igual que hoy en día a la parroquia del Rosario de La Alberca.

Grabado de la Ermita y la Casa Torre de Los Alburquerques

La Ermita se dedicó a la Nuestra Sra. en su advocación de Loreto, ya que según la tradición oral la que costeó la imagen de la Virgen fue una señora de Aljucer pero oriunda de Algezares, la cual tenía muchísima devoción a la patrona de su pueblo de origen, y prometió que si su hija se curaba de una penosa dolencia que padecía donaría la imagen de la Virgen para la Ermita, pero por otro lado parece ser que también los Padres Franciscanos tuvieron su influencia en la elección de la advocación mariana de la ermita, ya que ellos fueron responsables de la difusión de la devoción de la Virgen de Loreto proveniente de Italia por varios lugares de España. Pero en definitiva Ntra. Sra. de Loreto fue la que subió al camarín de la pequeña Ermita y su primitiva imagen se atribuyó, en su tiempo, al insigne Salzillo; desgraciadamente en la Guerra Civil la Virgen sufre los agravios de las llamas, y queda destruida totalmente a excepción del Niño Jesús, que fue salvado por la tía Dolores que lo lió en un viejo mantel y lo escondió en un cañal en el quijero de la acequia de Alguazas. Al terminar la contienda y a través del párroco de Aljucer, enviaron a Valencia al Niño salzillesco, junto con una foto de la imagen original de la Virgen para que un escultor hiciera una nueva talla pero ajustándose al modelo atribuido a Salzillo. Sin embargo ni volvió de Valencia el Niño, ni la foto de la Virgen, el escultor se limitó a enviar la nueva imagen, y a pesar del fraude nadie reclamó nada, con lo cual el asunto se quedó como estaba.
La Torre Poyo y la ermita de Los Alburquerques se encontraban bajo la jurisdicción religiosa de la parroquia de Aljucer, pero sin embargo el servicio y los cultos estaban encargados a los Franciscanos de Sta Catalina del Monte de La Alberca.
Para dar más realce a las Fiestas y al culto de la Virgen de Loreto entre 1910 y 1920 se creó la Hermandad de Mayordomos en la cual mediante turno rotativo los hombres de la Huerta en número de doce, entraban a formar parte, ocupándose de todo lo concerniente a la Virgen y de los festejos en su honor que hasta hace muy pocos años, se celebraban siempre una semana antes que las Fiestas de La Alberca, para no interferirse mutuamente, ya que los cultos de la advocación de Loreto correspondían celebrarse en torno al 10 de diciembre fecha en la que se celebra religiosamente, pero decidieron adelantarlos a primeros de otoño, por el frío y el tiempo invernal. Por desgracia las fiestas se interrumpieron hace unos dos o tres años al no encontrar continuidad el turno rotativo en la Hermandad de Mayordomos, esperemos que algún día se vuelva a retomar la actividad en la misma y no se pierda para siempre, como ha sucedido con la mayoría de paisajes que rodeaban la Ermita y la Casa Torre. Con todo, estas fiestas ya conocieron malas épocas en las décadas posteriores a la Guerra Civil, reanudándose con más o menos fuerza con el apoyo del señor de la Torre del Pato, en el Raiguero de La Alberca que era muy devoto de la Virgen de Loreto.
El acto central de estas fiestas cuando yo las conocí en mi infancia era la procesión de la Virgen, que salía de la ermita y recorriendo el Camino de Sta. Catalina primero por su margen de poniente y después por la de levanta, llegaba hasta la subida al puente del Reguerón por el sur, y hasta casi la Carretera de El Palmar por el norte, recogiéndose en su ermita antigua, la cual se engalanaba coquetamente para tal evento.
Tras varios intentos de ampliación de la Ermita en los años 70 del pasado siglo, y no poder hacerlo en la misma Finca, se decidió trasladar la misma a un solar más al norte, donde se construiría además de la ermita, un colegio y un hogar para ancianos. Del primer proyecto solo han visto la luz la ermita de nueva factura y el Hogar de Betania para ancianos, el colegio se quedó en el tintero. La nueva ermita se inauguró el 29 de mayo de 1988 trasladando la imagen de la Virgen en procesión hasta la misma, junto con los pocos enseres de culto que se conservaban en la antigua ermita.
La ermita antigua se encuentra hoy desacralizada, y se dedica a Sala de Juntas de la empresa Sanideco, siendo la Casa Torre, también pulcramente restaurada, sede central de la citada empresa, por lo menos no se han caído, y han entrado en el más profundo de los olvidos como otros tantos edificios emblemáticos de La Alberca y de Murcia en general.

EL MOLINO DE LA CRUZQUEBRADA

Históricamente se considera al molino como la primera máquina ideada por los humanos, y de hecho desde el primer molino prehistórico y manual, y gracias a él se han introducido en los distintos sectores económicos grandes avances, ya que con su perfeccionamiento y sucesiva modernización ha permitido la liberación de los trabajos más pesados que pasaron del hombre, o más bien de la mujer que era la encargada de la molienda, a la máquina.
En la Edad Media la construcción de molinos fue impulsada por la importancia que adquirió en la dieta el pan como alimento de primer orden. El origen de los molinos hidráulicos se pierde en el tiempo, pero parece ser que ya en época romana se empleaban molinos de este tipo, pero no se conocen detalles de aquellos. En Murcia fueron los árabes los que perfeccionaron y sacaron mucho provecho de estos ingenios de agua capaces de contribuir a sacar el mejor partido de una tierra rica y fértil. Entrado el siglo XIII y tras la Reconquista cristiana de la que fuera la antigua Cora de Tudmir, la propiedad de estos molinos pasó a manos de los reyes castellanos que traspasaron su administración a la Iglesia y a los nobles para rentabilizar la molienda, pero poco a poco estos molinos fueron pasando a manos de los artesanos más pudientes.
A orillas del Segura Alfonso X autorizó la construcción de molinos, además de los que existían, fijos o de barcas. Estos últimos podían cambiar su ubicación en función de la corriente y de la navegación para no entorpecerla, pero a esta versatilidad había que añadirle la escasa capacidad de molienda, inferior a la de los molinos de obra, por eso se extendieron más los molinos hidráulicos fijos en torno a los cauces del río y de las múltiples acequias que vertebraban la huerta de Murcia.
De la decena de molinos que existían a mitad del siglo XIX por las tierras que regaba la Acequia Mayor de Barreras, uno se encontraba en el partido de Alberca. El llamado Molino de la Cruz Quebrada se construyó sobre nuevo o reforma de otro anterior en el cauce de la acequia de Alguazas y daba servicio a una amplia zona de influencia. Según las investigaciones parece que este molino podría ser el construido en 1437 por Pedro Manuel en su heredad que se regaba con la mencionada acequia de Alguazas en el tramo de acequia anterior a la salida de ella de la Aljorabia, pasando a finales del siglo XV a manos de Pedro de Soto. Los dueños del molino no solían trabajar en ellos y empleaban para ello arrendadores que eran los verdaderos molineros, y que solían así mismo cobrar la mayoría de veces en especie, con lo que se llamó la “maquila” o parte proporcional de lo molido para pagar dicha labor, por eso se les denominaba molinos maquileros, denominación que vino con los repobladores castellanos y leoneses, que se asentaron en estas tierras en los primeros repartimentos.
Los molinos solían causar también perjuicios y problemas sobre todo en épocas de escasez de agua, ya que solían represarla para obtener la energía necesaria para mover las muelas, y mientras tanto cortaban la corriente en el resto del cauce de la acequia. Así, comenta Díaz Cassou, “el molino altera la economía de los riegos, destruye los quijeros y arruina los cauces. En el verano, cuando el regante sufre de mayor escasez, el molinero, que también la sufre y necesita de la misma fuerza motriz en todo momento, la roba donde la encuentra para conducirla a su molino y tirarla sin provecho de regante al Segura”. Esto también se pone de manifiesto en la tradición oral como bien explica el refrán de la huerta: “Vale más molino parado que amistad de molinero”.

Esquema de un molino de rodezno (www.aracena.org/molinorustico/función.htm)

El molino de Cruz Quebrada en cuanto a su funcionamiento recibía el agua directamente del cauce de la acequia de Alguazas, de elevado caudal en época de bonanza. El agua de su curso encontraba un obstáculo que lo encauzaba directamente al espacio del rodete, través de una serie de compuertas de madera, que servían para que subiera el nivel del agua y conducirla mediante un canal o saetín, entrando ésta hasta el rodete o rodezno haciéndolo girar, mediante la fuerza del agua que impulsaba los álabes, que eran las paletas del rodezno, al tiempo que éste hacía lo mismo con el agua por el efecto centrífugo, proporcionando una fuerza mayor y añadida que servía de apoyo al engranaje del molino. Por todo esto y sin pruebas fehacientes me atrevería a encajar a este molino como los típicos de regolfo que seguían un sistema parecido. Toda esta fuerza motriz pasaba del rodete mediante el tronco o árbol hasta el piso donde se encontraban las muelas, verdaderas artífices de la molienda, con la tarabilla que servía para sujetarlas, y luego estaba la tolva, pieza cuadrangular de madera, a modo de embudo que encauzaba el grano hasta la muela directamente, y el guardapolvo, que era de esparto, pieza fundamental para que no se perdiese el polvo de la harina después de molida. El agua una vez cumplido su cometido motriz, salía al cauce por el cárcabo o cárcaba, orificios de salida que volvían a alimentar el caudal de la acequia.


Grabado del Libro Murcia y el Agua: Hª de una Pasión. La Verdad.

En torno a 1946, mi tía Isabel Sánchez, hermana de mi madre entró, siendo una adolescente, a trabajar en este molino, heredando el puesto de trabajo de su prima Consuelo Beltrán. Su trabajo consistía en atender las labores propias de la casa, ayudando al ama de llaves del molinero. La Sra. Remedios, que era originaria de La Alberca y prima del molinero, se ocupaba de llevar la casa y de atender todas las labores propias del hogar, ya que el Sr. Juan, el molinero por aquellas fechas era mozo soltero y de edad ya avanzada, por eso disponía de la ayuda del ama de llaves. Según me ha relatado mi tía, el molino disponía de planta baja, con la sala de la molienda y la cocina, y de una primera planta dedicada a dormitorios y almacén. En cuanto a la labor en estas fechas me contó que se molía sobre todo la cáscara del pimiento, con la cual se elaboraba el pimentón; también la cáscara de la almendra, la cual servía para elaborar la canela y se pasaba por las piedras del molino dos veces, la segunda servía para que, una vez añadida la esencia de canela propiamente dicha, se mezclase el polvo de la cáscara de almendra y la canela, y así darle más cuerpo. Los clientes para la canela y el pimentón, sobre todo, solían llevar al molino grandes tarros de cristal para transportar el fruto de la molienda. También se trabajaba con trigo, cebada, y toda clase de cereal en grano y se trabajaba fundamentalmente de noche. El Sr. Juan “el Molinero”, tenía dos empleados que eran los que ayudaban en las labores más pesadas y en el mantenimiento de las piedras, las cuales había que picar periódicamente para que no perdiesen su capacidad moledora, y en el mantenimiento del molino en general. Aún en estas fechas los clientes del molino pagaban con dinero o con la maquila, que como ya he referido era una medida a modo de cajón, para cobrarse en especie, si no se disponía en efectivo.
Yo conocí ya este molino cuando estaba ya con señales de abandono, a fines de la década de los 60 del XX, cuando ya su uso estaba entrando en el olvido, aunque según decían todavía se solía moler para uso personal aprovechando en la noche, las tandas que soltaban para el riego. Los críos jugábamos en sus alrededores y las leyendas entre nosotros corrían de boca en boca. El ruido del agua al entrar bajo el molino era ensordecedor pero a la misma vez te hipnotizaba; recuerdo que cuando acompañábamos a mi tía Carmen, a casa de la Sra. Pilar, a que se echasen sus torneos de parchís, que nos acercábamos al molino y mirábamos boquiabiertos, los hierros atravesados en la boca del molino para retener lo que el agua de la acequia arrastraba, y sobre lo que había detrás de los mismos inventábamos las mil y una historias, cual de ellas más terrorífica. Incluso alguna vez que otra algún valiente se atrevía a bañarse en sus proximidades con el consiguiente peligro que se corría por la gran corriente que te llevaba al interior. En este tiempo el molino ya formaba parte de la nostalgia de un modo de vida y de una huerta caduca y destinada a otros fines como el devenir de los años ha demostrado.

AUTOR: José Antonio Saura Sánchez
(PUBLICADO EN "LA ALBERCA:COLORES DE SU PASADO I" 2007 EDITADO POR LA HERMANDAD DEL ROSARIO DE LA ALBERCA)

Bibliografía:

- Confederación Hidrográfica del Segura-Ministerio de Medio Ambiente. http://www.chsegura.es/
- “Continuidad y cambio en la Huerta de Murcia”
Calvo García-Tornel, Francisco
- “Cultura del Agua en la Cuenca del Segura” Aguas fluyentes: azudes y ceñas .232-239 - Calvo García-Tornel, Francisco. Ed. Cajamurcia
- “El sistema de regadío en la Huerta de Murcia” Cuaderno de Actividades.
Centro Cultural y Museo de los Molinos del Río. Ayuntamiento de Murcia.
- “Gran Enciclopedia de la Región de Murcia” Tomo I – Ayalba Ediciones
- “La Hacienda Cruz Quebrada y la Torre de los Alburquerques” Ros García, Juan – Murcia 2004
- “La Huerta de Murcia en el siglo XIV” (Propiedad y producción) García Díaz, Isabel - Universidad de Murcia
- “Molinos y panaderías tradicionales” Escalera y Villegas. Ed. Nacional
- “Murcia y el Agua: Historia de una pasión” Varios autores Ed.Comisión Mixta Asamblea Regional de Murcia y Real Academia AlfonsoX de Murcia. La Verdad
- “Orígenes y expansión de los Molinos Hidráulicos en la ciudad y la Huerta de Murcia (siglos XIII-XIV)” Martínez Carrillo, MªLlanos y Martínez Martínez, María. Ayuntamiento de Murcia.
- “Por las sendas de la Huerta” Díaz Párraga, Adela. Ed. Regional

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